Brexit y Trump, ¿catapultas para el euro?

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El Euro es sin duda un gran éxito como proyecto político de construcción europea, 19 países forman ya parte del Eurosistema (ver gráfico 1), cuando hace tan sólo 15 años que empezaron a circular las primeras monedas y billetes. Muchos de los lectores de este post compartirán la mezcla sentida entonces de curiosidad e ilusión por participar en un cambio histórico al recoger sus respectivos primeros monederos de euro en bancos y en las extintas cajas de ahorro; la peseta había sido durante más de 130 años la moneda de curso legal en España.

También es positiva la valoración en el ámbito económico; al menos nadie en España parece estar dispuesto a volver a la peseta. No obstante, su defensa en este terreno necesita entrar mucho más en el detalle tras la crisis económica internacional. Si bien esta surgió como crisis financiera en EE.UU., campó a sus anchas por Europa, particularmente en 2012 y 2013, poniendo en evidencia lo obvio: la moneda única no contaba con la arquitectura necesaria para hacer frente a crisis económicas de la severidad de la que hemos vivido en los últimos años. Mucho y bien se ha progresado desde entonces, aunque frecuentemente centrándose en el corto plazo, obligados por las circunstancias.

Gráfico 1: Europa en la actualidad.

Fuente: Comisión Europea.

La situación ahora es muy diferente, la economía europea avanza en su recuperación siendo a mediados de 2017 una de las notas positivas en el escenario internacional. Nos hemos ya casi olvidado del Grexit y de las primas de riesgo soberanas que copaban los titulares. Y, sin embargo, sorprendentemente, el debate de la construcción del Euro y de la Unión Económica y Monetaria vuelve a estar de gran actualidad. La historia de la construcción europea pone de manifiesto que hemos avanzado fundamentalmente frente a la adversidad, ¿será entonces que hemos aprendido la lección de la crisis y contamos con un liderazgo político capaz de vender el mensaje europeo? Tiendo a pensar que, una vez más, hemos de buscar la razón de este renovado interés entre las principales amenazas al proyecto: el Brexit y la convicción, de forma acelerada en las últimas semanas, de que ya no podemos contar con la cobertura de EE.UU. frente a los desafíos internacionales. También han estado cerca los populismos de alzarse con el gobierno de dos de los países fundadores de la construcción europea, Francia y Holanda. Por otro lado, los mensajes que se lanzan desde el Gobierno italiano en relación a su sistema financiero recuerdan en parte a algunos que se escucharon en España hace unos años. Frente a los desafíos externos e internos, la Unión siente de nuevo la necesidad de reforzarse para sobrevivir y cumplir de una forma sostenible en el tiempo la promesa de prosperidad que supone.

El resultado de las elecciones francesas, que han dado ganador al único de los candidatos claramente europeísta, y la posible mejoría que puede derivarse en el entendimiento entre París y Berlín, hace que este pueda ser un momento propicio para avanzar. También para que España se sume al núcleo duro que busca dar respuesta a las cuestiones más importantes para el futuro de Europa, con la carta de presentación de las importantes reformas acometidas que le están asegurando un crecimiento diferencial positivo, y con la confianza de que a nuestro país siempre le ha ido bien cuando se ha abierto a Europa y al mundo.

Pero no se trata de buscar puestos relevantes en Bruselas o Fráncfort que cubrir con españoles en jugadas de corto plazo, sino de sembrar con ideas y de contribuir a cada uno de los debates clave. Sólo así conseguirá España hacerse de nuevo con el hueco que le corresponde en la toma de decisiones europea. Por lo pronto, es de agradecer el único papel publicado por parte del Gobierno, en concreto por el Ministerio de Economía y con fecha de febrero de este año, que lleva por título “Spanish position on the Future of Europe”;  sin embargo, retoma fundamentalmente muchas de las ideas que ya destacaron en junio de 2015 los cinco presidentes en su documento “Completing Europe´s Economic and Monetary Union” relativas a la reforma institucional de la Zona del euro. Incluye alguna aportación adicional, como la relativa a que un presupuesto europeo se pudiera hacer cargo en el futuro de las prestaciones por desempleo, tema que por razones obvias nos interesa más a nosotros que al resto. Hay que conseguir destacar aportando ideas para el conjunto de la Unión. Más y mejor hemos de esperar.

A la espera de las elecciones alemanas y francesas hemos perdido dos años desde ese documento de los cinco presidentes, que ni si quiera fue tratado en cumbre europea. En breve ya no habrá excusa y así hay que situar la publicación la semana pasada por parte de la Comisión Europea de su aportación a la materia: “Deepening of the Economic and Montery Union”. Justo antes de la crisis económica internacional los países ganadores del Euro, entendidos como aquellos en los que la renta per cápita había crecido de forma más clara eran varios de los periféricos: España, Irlanda, Grecia… ¡qué espejismo! Como se ha demostrado durante la crisis, tiene razón la Comisión cuando señala en su informe, y así se pone de manifiesto también en la teoría económica de las zonas monetarias óptimas, que la convergencia económica es estrictamente necesaria en una zona monetaria única. Y también la tiene cuando señala que no será posible conseguirla sin completar la Unión Económica y Monetaria. Simple y llanamente, ¿dónde hay que firmar para que las propuestas de la Comisión de ayer sean una realidad? ¿A cuál de los cinco presidentes hay que llamar? ¿O estará la respuesta en Berlín, París e incluso quizás Madrid?

En cualquier caso, hemos de avanzar de nuevo a buen paso. Quizás Trump en su claro distanciamiento con Europa, con un efecto indirecto involuntario, acabe consiguiendo efectivamente que la moneda única se aprecie y los productos alemanes sean por fin más caros al otro lado del Atlántico. Pero no serían más caros fruto de eventuales restricciones al comercio y nuevos aranceles en EE.UU., sino porque una profundización en la institución del Euro lo haría sin duda más solvente; su apreciación sería asumible si, a cambio, hubiéramos conseguido asegurar la viabilidad del proyecto de paz y prosperidad que deben ser la UE y el Euro.

 

José María Romero Vera
Gerente del área económica y negocio internacional, Equipo Económico

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