Spain and its Ebitda magnitude

El Independiente

July 12 , 2017

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El crecimiento de la economía española en 2017 está superando las previsiones más optimistas de principios de año. Se trata de un crecimiento económico intenso, que durante el primer trimestre alcanzó el 0,8% del PIB intertrimestral y se habrá acelerado en el segundo hasta cerca del 1%. España encadena ya 14 trimestres de avance económico, manteniendo un elevado diferencial de crecimiento favorable en relación a la zona del euro, gracias a las reformas acometidas en los últimos años.

Para el conjunto de 2017 estimamos que la economía española crecerá el 3,3% del PIB, un ritmo incluso superior al alcanzado en 2016. Si el año pasado existía consenso respecto a que la inestabilidad política pudo haber detraído unas décimas a la evolución del crecimiento, todo apunta a que en 2017, y pese a la minoría parlamentaria, la mayor estabilidad estaría actuando en sentido positivo en la confianza de los agentes económicos y en sus decisiones de consumo e inversión. La inercia de este año hará que en 2018 crezca de nuevo cerca del 3% del PIB, prevemos el 2,8%. Siempre en un contexto de evolución moderada de los precios, y con una curva decreciente a lo largo del año, que hará que la inflación promedio para el conjunto de 2017 se sitúe ligeramente por debajo del 2%, y en el 1,2% en 2018.

Al mismo tiempo nuestra economía está avanzando hacia una mayor sostenibilidad del crecimiento. Destaca, en primer lugar, la contribución positiva de la demanda interna (2,2 puntos. en el primer trimestre), gracias especialmente al dinamismo en la inversión, y la demanda externa (0,8 puntos). Además, la menor aportación al crecimiento de la inversión en construcción en los últimos años está siendo compensada por una mayor inversión en bienes de equipo. De esta forma, la economía española está alcanzando finalmente el nivel de PIB previo a la crisis, lo que se traduce en el aumento de la renta disponible y de la riqueza de las familias. No es todavía el caso del consumo ya que, pese a su recuperación, será el año próximo cuando alcance su nivel pre-crisis.

Especialmente relevante en aras de la sostenibilidad es que el crecimiento se está produciendo al mismo tiempo que aumenta el superávit de su cuenta corriente. Estamos consiguiendo financiar nuestro crecimiento sin la dependencia de años anteriores respecto de la financiación exterior, reduciendo así la exposición de nuestra economía a los riesgos externos. Estimamos así que en 2017 por cuarto año consecutivo se va a registrar superávit de cuenta corriente en la balanza de pagos, en torno al 2% PIB. La confianza en la economía española queda asimismo patente gracias al incremento de la inversión extranjera directa (45,6% interanual en el primer trimestre de 2017).

Por otro lado, la robustez del crecimiento está permitiendo la corrección de los principales desequilibrios de nuestra economía. Así, en primer lugar, continúa el proceso de fuerte creación de empleo, con el avance interanual del 2,3% y 408.700 ocupados más en el primer trimestre, y la reducción de la tasa de paro hasta el 18,8%. Crecimiento económico y creación de empleo seguirán retroalimentándose durante todo 2017, de forma que la tasa de paro se situará a cierre de este año en el 17% y alrededor del 14,5% en 2018; queda en cualquier caso recorrido de mejora y de retroalimentación entre crecimiento y creación de empleo.

En segundo lugar, sigue avanzando también el proceso de consolidación fiscal. España ha realizado un esfuerzo considerable para reducir el déficit público desde 2009, cuando alcanzó niveles máximos situándose en el 11% del PIB, hasta el 4,3% PIB en 2016, cumpliendo con los objetivos revisados comprometidos con la UE. En una zona monetaria única como la del Euro y en la situación actual de tipos de interés históricamente bajos, la política fiscal es clave en el establecimiento de un marco que promueva el crecimiento. En este sentido, el caso español de los últimos años es un buen ejemplo de las mejores prácticas internacionales en materia de consolidación fiscal, “smart fiscal policy” en palabras del Fondo Monetario Internacional, de forma que se ha llevado a cabo de una manera gradual e ininterrumpida, buscando mantener el equilibrio entre el saneamiento de las cuentas públicas, cumpliendo con los compromisos europeos, y acompañar el crecimiento económico, haciéndolo siempre a un ritmo acomodado a las necesidades de la protección social. A efectos prácticos esto se ha traducido en el respeto a las reglas del techo de gasto, que permiten un incremento del gasto nominal por debajo del crecimiento del PIB, y que además se alcance el año próximo un superávit primario de alrededor del 0,5% del PIB, tras diez años de déficits primarios.

Al igual que en el caso de la empresa un Ebitda positivo hace posible sostener un determinado nivel de endeudamiento y la capacidad de hacer frente a estas obligaciones, se trata de asegurar para el conjunto de las administraciones públicas que su nivel de deuda sea sostenible. En este sentido, el retorno del superávit primario (el Ebitda positivo) y  el fuerte crecimiento nominal aportarán un impulso adicional a la senda de moderación de la deuda pública en los próximos trimestres. La priorización entre los distintos gastos en función de su eficacia y eficiencia ha de jugar un papel esencial.

El avance de nuestra economía se produce en un contexto internacional de aceleración del PIB mundial, de forma que alcanzará el 3,5% para el conjunto de 2017. La reciente evolución positiva del conjunto de Europa es especialmente relevante para la economía española. El PIB real de la zona del euro se incrementó en el primer trimestre de 2017 el 0,6% en tasa intertrimestral. Los indicadores económicos más recientes, tanto cuantitativos como cualitativos, mantienen su fortaleza y señalan que el crecimiento anual acabará batiendo las estimaciones actuales. Gracias a la acción del BCE, cuyo política monetaria podría empezar a cambiar de signo después del verano, el acceso a la financiación ya no es el principal problema para las empresas y la evolución de los tipos de interés en Europa indica que hemos dejado atrás la crisis de deuda soberana europea, pero pone también de manifiesto las significativas divergencias aún latentes entre países.

Por tanto, y frente a una unión monetaria incompleta, la mejora de la situación económica europea no está exenta de importantes desafíos, como el auge de los populismos, entre los que el Brexit es el principal exponente, que vuelven a subrayar la necesidad de avanzar en la construcción europea y en las bases sobre las que se asienta el euro. En el nuevo escenario político surgido tras las elecciones francesas y el mayor entendimiento entre París y Berlín, España tiene un importante papel que jugar a la hora de dar respuesta a las cuestiones más importantes para el futuro de Europa; cuenta para ello con la carta de presentación de las importantes reformas acometidas que le están asegurando el crecimiento diferencial, y con la confianza de que a nuestro país siempre le ha ido bien cuando se ha abierto a Europa y al mundo. Como se ha demostrado durante la crisis, la convergencia económica y una mayor flexibilidad de las economías de la zona del euro son estrictamente necesarias en una zona monetaria única. Y no será posible conseguirlas sin completar la Unión Económica y Monetaria, empezando por la unión bancaria, con un instrumento europeo de garantía de depósitos, un fondo europeo de resolución y las mismas reglas para todos los bancos.

Este panorama de importante crecimiento de la economía española y favorable contexto internacional está sometido, no obstante, a un conjunto de riesgos. En el ámbito internacional el grado de incertidumbre es elevado, y está dominado, además de por los ya señalados para el caso de Europa, por el fundamentalismo y el terrorismo, y el auge del proteccionismo. En cuanto a los riesgos internos, la atención está centrada en si, dados los equilibrios políticos actuales, hay la capacidad y la voluntad real para impulsar las reformas necesarias para la sostenibilidad del crecimiento en los próximos años, y en el debate sobre Cataluña. Por lo que se refiere al ámbito estrictamente económico existen importantes desafíos para la economía española en los próximos años, como los déficits de las cuentas de las CCAA y la Seguridad Social, el envejecimiento de la población, la reducción de la tasa de actividad y la elevada tasa de paro, la persistencia de determinados focos de debilidad en ciertas partes del sistema financiero español y la capacidad para aumentar la productividad al mismo tiempo que se prolonga la intensa creación de empleo. Es preciso, por tanto, continuar y profundizar en las reformas económicas, dentro siempre de la necesaria estabilidad institucional.

Ricardo Martínez Rico

Presidente ejecutivo de Equipo Económico

 

Fuente: El Independiente

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