New metamorphosis of Germany

El Confidencial

October 9 , 2023

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Alemania celebra en estos días el Día de la Unidad Alemana, conmemorando así el aniversario de la entrada en vigor de la Reunificación en 1990 y el acuerdo firmado por los entonces gobiernos de la República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana tras la caída del Muro de Berlín. Y tiene razones para hacerlo, porque se trata de una clara historia de éxito para el país y para Europa.

Lo hace, sin embargo, en un momento delicado desde el punto de vista económico, como hemos tenido la oportunidad de constatar de primera mano con ocasión de una reciente delegación del Círculo de Empresarios en visita y reuniones de alto nivel en Alemania, organizada con el apoyo de la Embajada de Alemania en España. Así lo muestran los negativos resultados de las principales encuestas de confianza durante todo este año y unos datos que a nivel coyuntural apuntan a una clara situación de estanflación.

La principal economía de la eurozona acumula crecimientos trimestrales del PIB negativos o nulos desde el verano de 2022. Y las perspectivas son negativas también para lo que queda de año, ante la caída del consumo y la menor aportación del sector exterior, y con un gran impacto en los sectores de la industria y construcción/inmobiliario. El consenso de economistas estima que el PIB alemán se contraerá este año el 0,3%, siendo la única de las grandes economías mundiales que registrará una caída de la producción.

Mientras que la inflación se mantiene en niveles elevados; el crecimiento del IPC se situó aún en septiembre en el 4,3% ante el reciente aumento de los precios energéticos en los mercados internacionales y pese al elevado crecimiento de los precios que registraba ya hace un año. Todo apunta además que la alta inflación va a durar más tiempo del inicialmente previsto y también por tanto los niveles actuales de tipos de interés de la eurozona.

Estos datos coyunturales se asientan sobre elementos estructurales, que constituyen retos de enorme calado para Alemania y que están generando una profunda transformación en su economía. Superados estos años pasados de estabilidad geopolítica, macroeconómica y del llamado “dividendo de la paz”, Alemania se encuentra en plena transición ante la confluencia de un amplio conjunto de factores que se pueden agrupar en torno a cinco ejes principales.

Destacan, en primer lugar, los cambios en la geopolítica y el orden económico internacional. Desde la crisis financiera internacional se ha reforzado la aparición de bloques comerciales y potencias regionales, muy centradas en la producción y autonomía doméstica, ampliándose la rivalidad entre EE. UU. y China. Esto perjudica particularmente a Alemania dada su mayor integración en las cadenas globales de valor y donde los mercados extracomunitarios son particularmente relevantes para sus grandes multinacionales y las empresas del Mittelstand, muy importantes estas últimas en Alemania y de mayor tamaño, comparadas con nuestras empresas de tamaño intermedio (ETIs). De hecho, Alemania y China intercambiaron mercancías en 2022 por valor de 298.900 millones de euros, lo que convierte a China en el socio comercial más importante de Alemania por séptimo año consecutivo. A continuación, se situó Estados Unidos, con un volumen comercial de 248.500 millones de euros, seguido, tan solo en tercer lugar, por un país de la Unión Europea, los Países Bajos. Este no es el caso del resto de grandes países de la zona del euro, donde suele ser otro de los países miembros de la UE su principal socio comercial.

Además, la guerra de Ucrania ha puesto todavía más de manifiesto la gran diferencia de valores democráticos y culturales entre occidente y otras partes del mundo tan relevantes como son Rusia y China. Hasta muy recientemente habían primado los intereses comerciales con Rusia, por encima de los geopolíticos. Este ha dejado de ser el caso. También en relación con China, es preciso lograr una progresiva reducción de la dependencia (de-risk). Con la dificultad que supone que no solo sea un gran competidor, por ejemplo, para la industria del automóvil o solar, sino también un gran importador de sus componentes y de sus productos terminados.

En segundo lugar, se ha producido un cambio súbito en la matriz energética. En estos últimos años Alemania y su industria se habían beneficiado de una energía muy barata, el gas ruso, mientras apostaba además por la eliminación de la energía nuclear. Pero el gas ruso ha dejado de ser una opción y, frente a las decisiones alemanas, Francia, ha decidido invertir más en nuclear. A lo que hay que sumar la presión de los nuevos objetivos de neutralidad en las emisiones para el año 2045, para los que la industria no está preparada y pide un mayor gradualismo.

Por tanto, y en tercer lugar, los efectos de la crisis del Covid y de la guerra en Ucrania están teniendo un fuerte impacto en la industria alemana. En particular, la subida de los costes de energía incrementa el riesgo de deslocalización hacía otras geografías, pudiendo aprovechar así también los incentivos de la Inflation Reducción Act (IRA) en EE. UU. Otro claro ejemplo lo constituye la competencia de China para los automóviles de menor valor. En un contexto donde los empresarios alemanes se muestran además muy preocupados por el fuerte impacto de la elevada fiscalidad y la cada vez mayor burocracia y normas regulatorias, en Alemania y en Europa.

En cuarto lugar, destaca el reto poblacional en su doble vertiente; envejecimiento de la población y capacidad de acogida y control de los necesarios flujos migratorios. Al mismo tiempo que existen fuertes tensiones en un mercado de trabajo con tan solo el 3% de paro, y que están provocando una fuerte subida de salarios. Mientras tanto se estima que son necesarios 1,4 millones de trabajadores adicionales, cualificados y no cualificados, para cubrir los puestos vacantes.

En quinto lugar, y relevante para los ejes ya expuestos, se sitúa el nuevo papel del Estado, con un rol que ha aumentado significativamente para hacer frente a la intensificación de las crisis. Así, en el caso alemán, el “dividendo de la paz” de estos años pasados se ha utilizado especialmente para incrementar el nivel de bienestar social, a través del incremento del gasto público, que ahora se ha hecho estructural. Sin embargo, en la situación actual resulta de nuevo necesario priorizar la inversión en infraestructuras estratégicas (físicas y digitales), seguridad, alimentos, ciberseguridad, defensa, en un contexto además de fuerte debate sobre la propiedad del capital, cuando el origen ya no es un país que comparte los mismos valores.

La economía alemana debe afrontar todos estos retos y avanzar en su transformación mientras cuenta con un gobierno de coalición, de equilibrios complejos. Cuyo acuerdo programático de investidura se cerró con dificultad justo antes de la guerra de Ucrania, por lo que todas las políticas y propuestas están en completa revisión. Así el pasado agosto aprobó un programa económico amplio de diez puntos/leyes, y en estos momentos están debatiendo con intensidad, por ejemplo, la posibilidad de introducir un “precio energético de transición”.

No obstante, con un cada vez menor margen de la política monetaria, cobra por tanto un nuevo protagonismo la política fiscal. Y Alemania sigue siendo uno de los países europeos con mayor margen de maniobra fiscal para financiar su transformación; acumuló superávits presupuestarios hasta 2020, y su actual déficit, tras hacer frente a la pandemia, vuelve a situarse por debajo del 3% del PIB. La financiación de la transición encaja así con la importancia de la recuperación y el diseño de las nuevas reglas fiscales para la eurozona que deben de buscar la vuelta a la ortodoxia en la gestión de las cuentas públicas, sin estrangular las inversiones y reformas necesarias para hacer frente a la nueva realidad.

Muchos de los citados retos para Alemania, transición energética, menor dependencia de China y el apoyo a los valores occidentales, son coincidentes con los del resto de Europa. Así hay que entender la rápida y fuerte reacción de la Comisión Europea a través de un nuevo impulso a la ampliación de la UE a Ucrania y los Balcanes. Una vez más, también en el caso de Alemania, Europa constituye el mejor anclaje para hacer frente a los importantes desafíos a los que se enfrenta. Como ya ocurriera hace más de 30 años, sin duda, un nuevo éxito en su adaptación al nuevo orden económico internacional será también muy positivo para España y el conjunto de Europa.

 

Ricardo Martínez Rico

Presidente de Equipo Económico (Ee) y socio del Círculo de Empresarios.

 

Fuente: El Confidencial

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