Una gran parte de la economía global se encamina ya hacia una recesión, ante los desequilibrios generados tras la pandemia y el impacto que está teniendo desde la pasada primavera la guerra en Ucrania. Si bien se observa en los últimos meses una modulación en las restricciones por el lado de la oferta en las cadenas globales de valor y en los precios de las materias primas, el precio del gas continúa en cotas elevadas.
Mientras tanto, en los países desarrollados, la inflación se sitúa en niveles récord y está requiriendo una respuesta contundente por parte de las autoridades monetarias, quienes continuarán practicando políticas monetarias contractivas, pese a sus efectos negativos en términos de mayor volatilidad financiera, de impacto sobre los tipos de cambio y de una menor actividad económica.
En Europa, el escenario se está deteriorando a gran velocidad. No solo se podría enfrentar en los próximos meses a un proceso de estanflación, sino también a riesgos geopolíticos muy relevantes. La profundidad de la recesión en el corto plazo a la que tendrá que hacer frente la región dependerá de su capacidad para acceder a las necesarias provisiones energéticas y a qué coste. Los mercados están anticipando en Europa la intensa reacción de la política monetaria ante la inflación con importantes aumentos de los tipos de interés de la deuda soberana; destaca también el caso de otros tipos de referencia, como el Euribor a un año, que ha pasado del terreno negativo en los años pasados a situarse ya cerca del 3%.
Por su parte, la situación actual de la economía española incorpora una clara dicotomía, tal y como reflejan destacados indicadores económicos. Por un lado, si bien no ha recuperado aún sus niveles de PIB previos a la pandemia, mostró en la primera parte de este año 2022 los efectos de la recuperación postpandemia registrando cifras elevadas de crecimiento, que se han reflejado en los intensos incrementos de la afiliación a la seguridad social y de la recaudación tributaria. Sin embargo, por otro lado y fruto de la importante integración internacional de nuestra economía, todas las crisis internacionales acaban filtrándose en la economía española. Y el fuerte aumento de variables como los precios y los tipos de interés se están ya trasladando a la economía real.
En este escenario nuestro Indicador Adelantado Ee para la Economía Española (SEeLI) apunta a su desaceleración. El panorama más favorable que se está viviendo este año en relación con la pandemia de Covid-19 y el positivo papel que está jugando el sector turístico no podrán compensar el contexto internacional menos favorable, la incertidumbre y los desequilibrios internos en los que inciden las consecuencias de la guerra en Ucrania. De forma que, con los datos conocidos hasta ahora, en Equipo Económico (Ee) nuestras proyecciones apuntan a una cifra de crecimiento del PIB, todavía relevante en 2022, del 4,3%, pero que prácticamente ha sido generado en su totalidad durante la primavera y que se reduciría en 2023 hasta el 1,9%. España solo alcanzará sus niveles de actividad previos a la crisis del Covid-19 en el último trimestre de 2023, siendo la última economía de la Zona del euro en hacerlo.
El deterioro del contexto internacional no ha hecho más que subrayar determinados desequilibrios ya existentes en el caso de la economía española.
Estimamos que la senda creciente de la tasa de inflación revierta tan solo muy paulatinamente en los próximos meses, de forma que en 2022 la tasa de crecimiento media anual del IPC se situará en el 9,0%. Y si bien no se observan hasta el momento efectos significativos de segunda ronda en el mercado de trabajo en forma de elevadas subidas salariales, los precios crecerían aún en media anual el 4,6% en 2023, con relevantes diferencias sectoriales.
El deterioro del contexto internacional no ha hecho más que subrayar determinados desequilibrios ya existentes en el caso de la economía española: crecimiento de los precios por encima del incremento del PIB; la aún elevada tasa de paro; y el desajuste de las cuentas públicas, siendo la deuda su máximo exponente, en un escenario de tipos de interés creciente. No obstante, a diferencia de crisis pasadas, la economía española sigue mostrando una capacidad positiva de financiación en sus relaciones con el resto de mundo, mientras que cuenta además con el apoyo que ofrece el marco europeo y la financiación que otorga su programa de recuperación.
En este panorama económico internacional y nacional, las empresas vienen incorporando en sus modelos de negocio y en sus respectivos planes de contingencia la mayor incertidumbre a la que se enfrentan. En este mismo sentido, destacamos seis claves -con carácter general y que necesitarían de su adaptación caso a caso-, para contribuir al encaje de la estrategia empresarial a la situación económica actual:
- El escenario base para la economía española es de desaceleración, de enfriamiento de la demanda y de persistencia de la inflación. Los tipos de interés continuarán subiendo, con importantes efectos en la economía real y en cuanto al incremento de la volatilidad en los mercados financieros.
- La depreciación del euro frente al dólar, entre otros efectos, contribuye al encarecimiento de la factura energética y pone aún más en evidencia la relevancia de la eficiencia energética.
- Ante los cuellos de botella en las cadenas globales se ha vuelto aún más importante la logística y la diversificación de los proveedores.
- Frente a la disrupción tecnológica y la situación en el ciclo económico, resulta clave contar con estrategias de recursos humanos que permitan la adaptación al continuo cambio, capaces de atraer y retener a los mejores, y con un menor impacto en el coste.
- Dado que la tributación es una de las cuestiones que se ve afectada en la actualidad por una mayor incertidumbre podría resultar positiva la simplificación de estructuras empresariales.
- Hay que considerar a los fondos Next Generation EU como una oportunidad en el medio plazo, que contribuya a afrontar algunos de los retos empresariales señalados -eficiencia energética, logística, cambio tecnológico, etc.-
Por último, en todo ello el sector público tiene también un papel muy relevante que jugar. Destaca en la actualidad su necesario rol tanto en el control de las expectativas inflacionistas como en el establecimiento de los mecanismos necesarios para una justa distribución de los efectos de la inflación.
En ese sentido, la orientación del Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2023 no es la adecuada para el momento actual de la economía española. A falta de su tramitación parlamentaria, los presupuestos reflejan ya claramente el carácter expansivo previsto para la política fiscal durante 2023. En un periodo marcado por las tasas de inflación más altas registradas en las últimas tres décadas, la expansión fiscal contrasta con los esfuerzos de la política monetaria para frenar el crecimiento de los precios.
Todas las crisis internacionales acaban filtrándose en la economía española. Y el fuerte aumento de variables como los precios y los tipos de interés se están ya trasladando a la economía real.
Además, un gran porcentaje del aumento del gasto público que contemplan estos presupuestos van destinados al pago de partidas de gasto estructurales ya comprometidas, y no a medidas sociales selectivas para proteger a los sectores, empresas y hogares más vulnerables de la compleja situación económica a la que se enfrentará España en 2023.
Asimismo, está considerando el presente incremento de ingresos, que tiene carácter coyuntural ligado al ciclo de recuperación tras la crisis del Covid-19, para financiar incrementos de gasto público que se convierten en estructurales, incrementando así la presión sobre el déficit estructural. Por el contrario, frente al muy desafiante escenario económico actual, la lucha contra la inflación en la postpandemia requiere políticas monetarias, fiscales y reformas estructurales coherentes entre sí.
José María Romero Vera es Director de Economía e Internacional de Equipo Económico (Ee)
Fuente: Vozpópuli