El periodo de auge tecnológico que hemos vivido durante la última década ha derivado en importantes disrupciones en las tradicionales cadenas de valor, no sólo desde la perspectiva de la internacionalización de la producción, sino también en cuanto a los elementos requeridos en estas, lo que ha resultado en un crecimiento exponencial de la producción y demanda de los componentes que conforman los equipos electrónicos que gobiernan nuestro día a día.
Las restricciones establecidas a nivel mundial durante la pandemia impusieron una presión notable en empresas de una gran variedad de sectores, pero la situación no se ha revertido totalmente a pesar de la “nueva normalidad” y de la recuperación económica en términos generales.
La culpa de lo anterior puede atribuirse en gran medida a los microchips, uno de esos elementos que alimentan nuestros teléfonos y ordenadores, pero de cuya importancia no hemos sido del todo conscientes hasta que su escasez ha puesto en jaque a numerosas industrias en todo el mundo.
Algunas causas y efectos de la escasez
La producción de microchips a nivel global se concentra en unas pocas compañías y fábricas, principalmente en el continente asiático, que sufrieron las consecuencias de las restricciones derivadas de la pandemia y de otros eventos macroeconómicos, limitando su capacidad de producción.
En este contexto de escasez de semiconductores, la empresa taiwanesa líder en el sector, que acumula una cuota de mercado superior al 50%, decidió en agosto de 2021 incrementar el precio de sus semiconductores entre el 10% y el 20%, imponiendo aún más presión a sus clientes, entre los que se encuentran el líder americano de la telefonía móvil.
Sin embargo, el descenso en la producción de microchips no se ha visto contrarrestada por un descenso correlativo en su demanda. Por un lado, la industria automovilística se vio gravemente afectada, con un descenso del volumen de ventas global en 2020 del 14,8 % respecto a 2019 a pesar del ligero repunte esperado en el ejercicio 2021 hasta los 66,0 millones de vehículos vendidos, otros productos, como los ordenadores, experimentaban un crecimiento importante de su demanda no sólo en 2020, sino también en 2021.
De esta manera, los 341,0 millones de unidades de ordenadores vendidos suponen un incremento del 14,4% respecto a los niveles de 2020 y del 27,2% en comparación con los 268,0 millones de ordenadores vendidos en 2019.
Por tanto, se produjo en primera instancia un trasvase de microchips hacia estos últimos productos, cuya demanda se viene incrementando desde el confinamiento, y posteriormente se materializó la demanda latente acumulada de aquellos productos cuyas ventas se redujeron durante el 2020, dando lugar al denominado “cuello de botella” en la cadena productiva.
Gráfico 1: unidades de ordenadores y vehículos vendidas globalmente en 2019, 2020 y 2021.
Fuente: elaborado por Equipo Económico en base a información obtenida de Canalys y Statista. Nota: el número de vehículos vendidos en 2021 es una estimación.
Previsiones futuras
La escasez de semiconductores persiste en el ejercicio 2022, pero existen razones para ser optimistas. La empresa coreana líder en telefonía, uno de los actores más relevantes en la producción de microchips, prevé un crecimiento interanual en este primer trimestre de 2022 del 53% en su nivel de ingresos. Para satisfacer este volumen de demanda ha comenzado a colaborar con socios externos en otros continentes para incrementar su producción de microchips. Otras conocidas empresas industriales, tanto en EE. UU. como Alemania, están optando por fabricar ellos mismos los microchips necesarios ante los problemas de suministro existentes. Adicionalmente, la Casa Blanca prevé invertir 50.000 millones de euros en la producción y el desarrollo de semiconductores, reduciéndose así la actual dependencia respecto del mercado asiático y permitiendo incrementar además los niveles de producción mundial.
En todo caso esta crisis ha puesto en evidencia la relativa fragilidad de las cadenas de producción globales ante determinados eventos económicos y sanitarios, especialmente en casos como el de la industria automovilística.
Impacto en el sector automovilístico
El sector automovilístico ha sido uno de las más perjudicadas como consecuencia de la escasez de microchips, estimándose en 110.000 millones de dólares la reducción de ventas a nivel global durante 2021.
España no ha sido ajena a estas dificultades. Hasta noviembre de 2021 se produjeron 1,95 millones de vehículos en España, lo que supone una caída del del 5,8% respecto al mismo periodo de los ejercicio 2020. A su vez, en el ejercicio 2020 la producción de vehículos entre enero y noviembre se redujo en un 21,7% hasta los 2,1 millones de unidades. De esta manera, el volumen de producción de vehículos en España hasta noviembre de 2021 resulta un 26,2% menor a los niveles previos a la pandemia.
Gráfico 2: producción de vehículos en España en el periodo enero-noviembre 2019-2021.
Fuente: elaborado por Equipo Económico en base a información obtenida de ANFAC.
En España, el sector automovilístico tiene un peso muy relevante en la economía, aportando alrededor del 10% del PIB nacional y generando alrededor de 2 millones de puestos de trabajo, de los cuales 300.000 son empleos directos, por lo que los efectos de la insuficiencia de microchips resultan especialmente reseñables.
Como consecuencia de la limitación del suministro de semiconductores, muchas de las fábricas nacionales se vieron obligadas durante el ejercicio 2021 a cerrar durante algunos días sus fábricas ante la paralización forzosa de la producción, en un intento de minimizar el impacto económico de esta crisis.
Posteriormente, dado que la escasez se dilataba en el tiempo, muchas de las fábricas se han visto obligadas a acudir a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), que se estima podrían afectar hasta a 23.000 trabajadores en 2022. Un ejemplo representativo es la planta de Seat en Barcelona, que inició un ERTE en septiembre de 2021 y prevé que se extienda hasta junio de 2022, lo que nos proporciona una idea de cuánto puede prolongarse esta crisis y de los perjuicios a las que deberán hacer frente los fabricantes y las empresas auxiliares.
En este contexto de deterioro de las ventas, pero en el que los costes fijos y parte de los variables persisten, las medidas de flexibilidad interna introducidas por la reforma laboral de 2012, que se mantienen en el proyecto de reforma que se encuentra en tramitación, resultan esenciales para las fábricas españolas, de cara a mantener su competitividad y, por tanto, su viabilidad futura en un entorno de profunda transformación ligada a la electrificación del sector.
Iñigo Sánchez Zurdo
Área económico-financiera