Alemania ha votado masivamente y elegido un nuevo Canciller: Friedrich Merz. El hasta ahora presidente de la CDU ha basado su campaña en dos pilares fundamentales: un endurecimiento de la política migratoria y un ambicioso programa de reducción fiscal y del coste regulatorio y burocrático para empresas y ciudadanos. Con el primero, en un contexto marcado por los recientes episodios de violencia y el fuerte ascenso de la extrema derecha, Merz ha marcado distancia respecto de la política migratoria mantenida por los gobiernos de su propio partido durante la era de Angela Merkel, así como de la línea seguida por la coalición semáforo del Canciller saliente, el socialdemócrata Olaf Scholz. Con el segundo pilar, el nuevo Canciller busca mitigar el creciente malestar social ante el encarecimiento del coste de la vida, tras el incremento de los costes energéticos y las tensiones inflacionarias que siguieron a la invasión rusa de Ucrania y en el escenario actual de recesión económica.
La economía alemana acumula dos años consecutivos de contracción: el -0,2% en 2024, tras el -0,3% en 2023. Sus exportaciones de bienes y servicios han retrocedido durante este periodo, mientras que tanto la inversión como la producción industrial suman ya tres años de caídas interanuales. No se trata únicamente de una crisis coyuntural. Subyacen problemas estructurales que preceden a la pandemia y a la guerra en Ucrania, fruto de errores estratégicos acumulados en el marco de un mundo cambiante y de la falta de reformas estructurales que han erosionado la competitividad de su industria. Alemania, que durante años se benefició de la estabilidad geopolítica y del llamado «dividendo de la paz», enfrenta ahora las grandes transformaciones globales en curso que están haciendo mella en su modelo productivo basado en la manufactura y la exportación.
Cuatro desafíos estructurales.
En primer lugar, los profundos cambios geopolíticos están llevando a la mutación del orden global, poniendo en evidencia las fragilidades del esquema relacional alemán. Su seguridad sigue dependiendo de Estados Unidos, su acceso a energía barata se vio interrumpido por la ruptura con Rusia y su mercado clave para las manufacturas, China, no solo ha reducido su demanda, sino que se ha convertido en un competidor directo en sectores industriales estratégicos.
A ello se suma la fragmentación del comercio global y el impacto potencial de una escalada en las guerras comerciales, con Estados Unidos imponiendo en el corto plazo nuevos aranceles que afectarían directamente a Alemania, cuyo primer destino de exportaciones de bienes y servicios es el mercado estadounidense (204.800 millones de euros en 2024, el 11,4% del total y el 4,8% del PIB alemán). China, por su parte, es el tercer mayor socio comercial extracomunitario, con exportaciones alemanas por 123.800 millones de euros (6,9% del total, 2,9% del PIB).
En segundo lugar, un retraso en la transición digital que afecta a la competitividad industrial. En la última década, Alemania ha quedado rezagada en el proceso de digitalización frente a competidores como EE. UU. y China, lo que ha impactado en su tejido industrial y en los servicios asociados. El sector más afectado es el automovilístico, pilar de su industria, donde el país ha perdido mucho terreno en el mercado de vehículos eléctricos. Esta estructura económica alemana más dependiente de sectores manufactureros tradicionales, como lo son también el químico o la maquinaria pesada, es otro de los factores que ha derivado en el menor dinamismo en materia de digitalización. Además, su mercado de capital riesgo sigue poco desarrollado en comparación con EE. UU., limitando el acceso a financiación privada para el crecimiento de empresas tecnológicas. Todo ello, es además agravado por una regulación no siempre propicia para la innovación y que se multiplica dentro de su esquema federal.
En tercer lugar, Alemania enfrenta una alta dependencia exterior en el suministro energético, lo que lastra su competitividad. La eliminación progresiva de la energía nuclear desde 2011, sin contar con una alternativa viable de energías renovables, la convirtió en un país altamente dependiente del gas ruso. La invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia obligaron a Alemania a buscar opciones más caras, impactando en su industria. A esto se suman los objetivos de neutralidad en emisiones para 2045, que generan presión adicional sobre su sector productivo, aún sin una estrategia clara para cumplirlos sin comprometer su competitividad.
En cuarto lugar, y entrelazada con las transformaciones ya expuestas, se sitúa el nuevo papel del Estado. En respuesta a crisis sucesivas, el Estado alemán ha expandido su papel en la economía. Durante años, el «dividendo de la paz» se ha traducido en un aumento del bienestar social a través del gasto público. Sin embargo, la actual coyuntura requiere una reorientación de los recursos hacia infraestructuras estratégicas, tanto físicas como digitales, en favor de los sectores productivos. Esto plantea otro dilema fiscal que hay que solucionar, ya que el freno constitucional al endeudamiento, vigente desde 2009, estaría limitando la capacidad del Estado para financiar estas inversiones clave.
Fortalezas que sostienen su liderazgo.
A pesar de los retos, Alemania sigue siendo un actor fundamental en la economía global y cuenta con fortalezas estructurales que pueden impulsar su recuperación. Su historia es testimonio de su capacidad de transformación, desde la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, la clara historia de éxito que supuso la reunificación en 1990 o, más recientemente, las reformas estructurales de principios de siglo, que permitieron a su industria escalar hacia sectores de mayor valor añadido.
Además, su fortaleza industrial sigue posicionándola como uno de los líderes mundiales en manufactura de alto valor añadido, con un importante desarrollo también en los últimos años en tecnología verde y bien posicionada para atender las crecientes demandas en materia de defensa. Por otro lado, Alemania sigue beneficiándose de la excelencia de su Mittelstand, conformado por pequeñas y medianas empresas de mayor tamaño que las españolas de tamaño intermedio, altamente especializadas y con una fuerza laboral muy cualificada, con una visión a largo plazo y muy competitivas a nivel global en sus respectivos sectores. A ello se suma el dominio alemán del mercado europeo, siendo la principal potencia económica dentro de la Unión Europea y ejerciendo una influencia determinante en las políticas económicas del bloque.
La agenda del nuevo Canciller: prioridades para la reinvención.
Ante los importantes desequilibrios y fortalezas expuestos, Friedrich Merz ha insistido en su discurso de victoria tras la cita electoral que el mundo exterior no va a esperar a largas deliberaciones. La coalición que se conforme bajo su liderazgo habrá de tener como claro desafío reinventar un nuevo modelo dentro de este mundo en plena transformación. Un proceso en el que habrá que convivir con los efectos derivados de los procesos de destrucción creativa, a través de la implementación de las políticas y reformas estructurales necesarias. Y con consecuencias también muy relevantes para la definición de Europa en el nuevo orden internacional.
Entre las medidas que habría que considerar destacan:
- Fuerte impulso a la integración dentro de la Unión Europa, particularmente en materia de defensa y económica. Por ejemplo, en cuanto al mercado interior de los servicios y la consecución de la unión bancaria y del mercado de capitales.
- Refuerzo también de la autonomía estratégica mediante alianzas con mercados emergentes como India, Brasil, México o Indonesia.
- Un marco regulatorio y fiscal más favorable a la inversión y a la digitalización.
- Reorientación del gasto público hacia infraestructuras estratégicas y una flexibilidad en el endeudamiento para impulsar la inversión productiva.
- Potenciar los esquemas de financiación privada para la innovación y el desarrollo empresarial.
- Diversificación energética, reduciendo la dependencia de fuentes externas y equilibrando la transición verde con la competitividad industrial.
- Una política migratoria más pragmática que la presentada durante los debates de la campaña electoral, enfocada en equilibrar el control adecuado de los flujos migratorios con la necesidad de mitigar la escasez de mano de obra.
Gran parte de los desafíos expuestos de Alemania son directamente coincidentes con los del conjunto de Europa, siendo también que el país germano representa cerca del 20% de la población y casi una cuarta parte del PIB del conjunto de la UE. En estos días en los que Elon Musk se ha convertido en el principal baluarte de la extrema derecha europea y vemos tambalearse los pilares de la relación transatlántica, base fundamental de la Europa que conocemos hoy, las palabras del Canciller Konrad Adenauer en una reunión de la CSU en Múnich en 1950 cobran especial vigencia:
«¿De qué vive Europa? Vive por la gracia de los Estados Unidos. No siempre será así. Un día llegará y debe llegar el momento en que esta Europa pueda ayudarse a sí misma nuevamente y deba sostenerse sobre sus propios pies».
Necesitamos que este momento llegue ya y, para ello, Alemania, una vez asentada sobre unas nuevas bases sólidas, tiene que seguir siendo la fuerza motriz de Europa y referencia mundial.
José María Romero Vera, Director de Economía e Internacional de Equipo Económico (Ee).
Fuente: Vozpópuli