La economía española ha atravesado el Rubicón. Empezamos 2013 haciendo frente a la recesión y ahora lo estamos culminando dejando atrás ya el suelo de la crisis y recobrando el crecimiento. La percepción sobre la situación de la economía española ha cambiado mucho y de forma muy rápida en los últimos meses. España ha dejado de ser foco de las preocupaciones mundiales gracias a que ya existe un relato de éxito de salida de la recesión, cuyo elemento central es la relación causa-efecto entre las reformas llevadas a cabo y los positivos resultados que se van acumulando. Estas bases sólidas hacen que nadie apueste ahora por un escenario de evolución de nuestra economía en forma de triple uve.
De hecho, los datos macroeconómicos hablan por sí solos. La evolución trimestral del PIB indica que estamos de nuevo en tasas de crecimiento positivas, 0,1% en el tercer trimestre y en torno al 0,2% durante este último trimestre del año. Ello sucede en un contexto de estabilidad de precios. Se confirma también el superávit de la balanza por cuenta corriente, que ha pasado de un déficit del 10% del PIB en 2008 a un superávit cercano al 0,3% del PIB hasta septiembre.
La evolución de importantes indicadores financieros es también positiva. Frente a la salida de capitales del año pasado, la cuenta financiera apunta a una clara recuperación de la inversión extranjera. Si entre 2011 y 2012 salió de España inversión extranjera directa y de capital por más de 80.000 millones de euros, durante los primeros nueve meses del año se registró una llegada neta superior a 20.000 millones. Ahora, para reducir su endeudamiento, las empresas españolas no sólo son ya capaces de vender activos fuera, sino también dentro. Al mismo tiempo, el cambio del rating de la deuda, por lo pronto de negativo a neutral, tendrá efectos positivos adicionales en la inversión extranjera. Mientras tanto, la prima de riesgo continúa una senda de paulatina reducción, desde los máximos de 650 puntos en julio del año pasado a los 220 actuales.
También numerosos indicadores microeconómicos apuntan en esta misma dirección. Son de particular interés aquellos asociados al consumo que dejan entrever que algunas mejoras están llegando ya a parte de la sociedad. Así, tras 38 meses de descensos interanuales consecutivos, en septiembre aumentaron las ventas del comercio al por menor un 2,2% en términos interanuales. Lo hicieron asimismo las ventas de coches, que han crecido en los 11 primeros meses del año el 2,1%, tras tres años de descensos. Por otro lado, en el mercado de la vivienda comienzan a estabilizarse los precios en algunos segmentos y existe un cierto repunte de la demanda inmobiliaria en algunas ciudades y parte de la costa. Por último, en la evolución cualitativa, se advierte la recuperación de la confianza en el repunte de los indicadores del consumidor.
El consumo está positivamente afectado por la mejoría en los datos de empleo, con un aumento de 39.500 ocupados en el tercer trimestre y una reducción del paro en lo que va del cuarto, de 22.100 personas en octubre y 98.909 en noviembre, que suponen los primeros descensos interanuales de paro registrado desde mayo de 2007. Hay que considerar, además, que en el empleo suele tardar más la recuperación. El consumo también se beneficia de la evolución moderada de los precios, que llega a contrarrestar las posibles pérdidas de poder adquisitivo de pensiones y salarios como consecuencia de la moderación, por la reducción de los tipos de interés y por otros factores, como el plan de pago a proveedores. También es relevante el efecto riqueza derivado del aumento de la capitalización de las empresas. Sólo la del Ibex 35 ha aumentado en casi 100.000 millones desde junio.
Esta mejora de la situación económica ha sido fruto, en gran medida, de los avances en Europa y las reformas llevadas a cabo aquí. Desde Europa, el papel más evidente en la lucha contra la crisis soberana europea lo ha jugado el Banco Central Europeo, con la provisión de toda la liquidez que el sistema financiero ha necesitado. Entre las reformas domésticas destacan la laboral, que ha conseguido frenar la intensa destrucción de empleo; la financiera, que ha reforzado la solidez del sistema financiero y posibilitado cumplir con el proceso pactado con la Troika; y la consolidación de las cuentas públicas del Estado, comunidades autónomas y corporaciones locales, clave para la recuperación de la estabilidad económica y del crecimiento.
La ganancia de credibilidad en la política económica deriva del éxito en la consolidación, y la confianza de los agentes económicos en el futuro estimulan fundamentalmente el ahorro, la inversión, la atracción de capital y unos tipos de interés más reducidos. Las distintas fases del plan de pago a proveedores han jugado un papel muy relevante. Primero, por el efecto que tiene el abono de facturas pendientes de pago por más de 41.800 millones de euros –de los cuales 13.500 millones en la tercera y última fase que se ha puesto recientemente en marcha–, y la mejora de los flujos financieros de CCAA y corporaciones locales. En segundo lugar, por la credibilidad que ha generado el no haber dejado caer a ninguna de las CCAA y garantizar a todas el acceso a la financiación, al mismo tiempo que se imponía un marco de estricto control de las cuentas y una fuerte condicionalidad.
En 2014 esperamos que España alcance una tasa de crecimiento del PIB cercana al 1%, que podría situarse por encima de la unidad a finales de año, gracias a que no sólo el sector exterior será el que empuje, sino que a ello sumarán, o por lo menos no restarán como hasta ahora, el consumo y la inversión. Este crecimiento, mayor que el previsto por los principales organismos internacionales, estará muy relacionado con la capacidad de creación de empleo, que podrá producirse incluso con tasas muy bajas de crecimiento, aunque suficientes para que se retroalimenten positivamente con las de empleo.
En nuestras presentaciones internacionales muchos analistas preguntan qué sectores serán ahora los generadores de crecimiento y si el ritmo de progresión será suficiente para contrarrestar la inaceptable tasa de paro y hacer frente al elevado endeudamiento, público y privado. Preguntas similares también se formulaban al comienzo de la recuperación en la segunda parte de los 90 y la realidad del crecimiento se fue encargando de darles respuesta. En cualquier caso, no podemos menospreciar estos grandes desafíos. También quedan muchos retos al sector financiero. La restricción crediticia continuará por un tiempo largo, afectando a una pyme demasiado pequeña para hacer frente al proceso de desbancarización. De ahí la necesidad de continuar con las reformas para generar el crecimiento suficiente, consolidar la recuperación y hacer frente a todos estos retos. Y el calendario electoral no debe frenar este impulso reformador.
Una de las reformas importantes del año que viene será la fiscal. Es necesario el rediseño global del sistema con el objetivo de hacer una economía más eficiente e incentivar la actividad. Frente al todavía elevado déficit público, la reforma tiene que mejorar la recaudación de ingresos fiscales, pero no por aumento de tipos, sino mediante el ensanchamiento de las bases. No se trata sólo de bajar tipos en el IRPF, especialmente a las rentas medias y bajas, sino de activar todas las palancas, –creación de empleo, tratamiento fiscal de las empresas, del ahorro, del consumo, de las pensiones, internacionalización, I+D+i –, que pueden contribuir a la recuperación.
Los resultados positivos del programa de reformas están poniendo en evidencia un cambio radical de escenario. Cuanto más robusta sea la situación de la economía doméstica y más potente sea su base industrial, mayor será la competitividad internacional de las compañías españolas. Mientras tanto, el capital mundial vuelve a fijarse en la seguridad de la vieja Europa. España tiene que ser capaz de atraer esos capitales, como ha empezado ya a hacer. En todo ello, a diferencia de cuando Julio César cruzó el Rubicón, y aunque la situación de la economía española haya cambiado mucho en los últimos meses, la suerte no está todavía echada. Porque sólo continuando con las reformas y su implementación se podrá consolidar el crecimiento y dinamizar la generación de empleo.